Preámbulo:
De la primera vez que me vi cara a cara con el Olla de Habas
Los “The Best” eran una pata de guambras vagos, borrachos, fumones y delincuentes, me uní a ellos ya que uno de sus miembros fundadores (el Chato, también conocido como el Bazuca) y yo teníamos un amigo en común: El hombre de las Cavernas (también conocido como Capone). El Hombre de las Cavernas es mi amigo desde la infancia y el Chato era su body en el COMIL desde primer curso, de ahí que en diversas ocasiones hayamos coincidido los tres ya sea para ir a una fiesta, pegarnos un trago o simplemente matar el tiempo.
Antes de pasar a formar parte activa de los "The Best", por esos brincos que da la vida un día terminé en medio de una puñetiza con picos de botella y balacera incluida junto a los dos personajes señalados, quienes en vista de la inferioridad de condiciones en que se desarrollaba la gresca decidieron que debíamos poner pies en polvorosa. Nos encontrábamos en una bonita casa de familia ubicada al tope de la Av. La Gasca, cuando de pronto por una imprudencia propia de un maldito borracho como el Chato empezaron a llover puñetes y patadas por todo lado, apenas un par de individuos estaban de nuestro lado y salieron muy mal parados, mientras que el resto de los allí presentes (alrededor de unos quince imberbes y una media docena de universitarios todos recontra aniñados) querían hacernos pueblo. A punta de capacidad testicular logramos salir completos de aquel lugar, eso sí bastante maltrechos, con algunas contusiones y heridas de poca consideración en la cabeza y extremidades, yo tenia un ojo morado.
Al alcanzar la puerta de calle lo único que hicimos fue correr “de una para el barrio” como gritó El Hombre de las Cavernas, agarramos la calle Rither llegamos a las canchas de tenis de la Universidad Central nos trepamos una malla, saltamos un par de muros y salimos por el colegio Odilo Aguilar a la calle Bolivia, solo faltaba avanzar las 3 inmensas cuadras de la Eustorgio Salgado para alcanzar la Av. Universitaria y cruzar por el redondel de Miraflores y así llegar a la Río de Janeiro, en ese entonces territorio "The Best".
Trepar las mallas de las canchas de la U. Central fue una jugada inteligente, a pesar de que nos siguieron les costó mucho trabajo adivinar por donde nos habíamos escapado, pero no contamos con el factor sorpresa y al estar cruzando el redondel aparecieron dos vehículos, los ocupantes bajaron y luego de amedrentarnos verbalmente procedieron a sacarnos la puta frente al cerramiento oriental de la pisicina de Miraflores. Ellos eran 7 y nosotros 3, ventaja numérica para ellos, nosotros éramos tipos de la calle, ventaja para nosotros.
“Abránse chucha!!! No se dejen arrinconar!!!” gritó El Hombre de las Cavernas mientras 3 tipos se le botaban encima, el Chato se defendía como podía de sus 2 agresores y yo hacía de igual manera, de pronto la cosa se equilibró un poco pues el Chato, estando en el suelo, agarró una piedra y le abrió la frente a uno de sus adversarios y al otro logró torcerle la muñeca y darle con la piedra en la nuca, ambos tipos quedaron semiinconscientes. La “piedra justiciera” (como luego la bautizamos) descargó su ira sobre dos cráneos más dejándome en completa libertad de acción, inmediatamente apoyamos al Hombre de las Cavernas y por breves segundos tuvimos con nosotros el dulce e intenso sabore de la victoria en una batalla que nos pintaba una probable derrota. Fueron tan breves e intensos esos segundos que apenas pudimos coger aire para seguir corriendo, los tipos que nos perseguían al inicio aparecieron y llevaban el diablo adentro. Corre chucha!!! Grité y salimos soplados.
Debido a la exigente preparación física (léase teque) que el Chato y El Hombre de las Cavernas recibían diariamente por pécoras en el COMIL, tuvieron piernas suficientes para seguir corriendo como si nada, cuando viraron una esquina me llevaban mas de media cuadra de ventaja, cuando viré esa esquina ya no los ví, avancé hasta la siguiente intersección y seguí calle abajo explotando las últimas fuerzas que me quedaban, al llegar a la próxima esquina miré hacia atrás y nadie me seguía, viré y corrí un poco más hasta la siguiente intersección, con el brazo arrimado a la pared la espalda encorvada completamente hacia delante, bañado en sangre y sudor vi la sombra de alguien que se acercaba a la esquina en donde yo estaba casi arrodillado recuperando el aliento. El tipo se paró frente a mí, no pude reaccionar, me alzó del hombro y puso un grande, frío y brillante revolver en mi cuello lo único que atiné a pensar fue: “la gran puta mejor me quedaba jugando voley en la casa”
Continuará...
Antes de pasar a formar parte activa de los "The Best", por esos brincos que da la vida un día terminé en medio de una puñetiza con picos de botella y balacera incluida junto a los dos personajes señalados, quienes en vista de la inferioridad de condiciones en que se desarrollaba la gresca decidieron que debíamos poner pies en polvorosa. Nos encontrábamos en una bonita casa de familia ubicada al tope de la Av. La Gasca, cuando de pronto por una imprudencia propia de un maldito borracho como el Chato empezaron a llover puñetes y patadas por todo lado, apenas un par de individuos estaban de nuestro lado y salieron muy mal parados, mientras que el resto de los allí presentes (alrededor de unos quince imberbes y una media docena de universitarios todos recontra aniñados) querían hacernos pueblo. A punta de capacidad testicular logramos salir completos de aquel lugar, eso sí bastante maltrechos, con algunas contusiones y heridas de poca consideración en la cabeza y extremidades, yo tenia un ojo morado.
Al alcanzar la puerta de calle lo único que hicimos fue correr “de una para el barrio” como gritó El Hombre de las Cavernas, agarramos la calle Rither llegamos a las canchas de tenis de la Universidad Central nos trepamos una malla, saltamos un par de muros y salimos por el colegio Odilo Aguilar a la calle Bolivia, solo faltaba avanzar las 3 inmensas cuadras de la Eustorgio Salgado para alcanzar la Av. Universitaria y cruzar por el redondel de Miraflores y así llegar a la Río de Janeiro, en ese entonces territorio "The Best".
Trepar las mallas de las canchas de la U. Central fue una jugada inteligente, a pesar de que nos siguieron les costó mucho trabajo adivinar por donde nos habíamos escapado, pero no contamos con el factor sorpresa y al estar cruzando el redondel aparecieron dos vehículos, los ocupantes bajaron y luego de amedrentarnos verbalmente procedieron a sacarnos la puta frente al cerramiento oriental de la pisicina de Miraflores. Ellos eran 7 y nosotros 3, ventaja numérica para ellos, nosotros éramos tipos de la calle, ventaja para nosotros.
“Abránse chucha!!! No se dejen arrinconar!!!” gritó El Hombre de las Cavernas mientras 3 tipos se le botaban encima, el Chato se defendía como podía de sus 2 agresores y yo hacía de igual manera, de pronto la cosa se equilibró un poco pues el Chato, estando en el suelo, agarró una piedra y le abrió la frente a uno de sus adversarios y al otro logró torcerle la muñeca y darle con la piedra en la nuca, ambos tipos quedaron semiinconscientes. La “piedra justiciera” (como luego la bautizamos) descargó su ira sobre dos cráneos más dejándome en completa libertad de acción, inmediatamente apoyamos al Hombre de las Cavernas y por breves segundos tuvimos con nosotros el dulce e intenso sabore de la victoria en una batalla que nos pintaba una probable derrota. Fueron tan breves e intensos esos segundos que apenas pudimos coger aire para seguir corriendo, los tipos que nos perseguían al inicio aparecieron y llevaban el diablo adentro. Corre chucha!!! Grité y salimos soplados.
Debido a la exigente preparación física (léase teque) que el Chato y El Hombre de las Cavernas recibían diariamente por pécoras en el COMIL, tuvieron piernas suficientes para seguir corriendo como si nada, cuando viraron una esquina me llevaban mas de media cuadra de ventaja, cuando viré esa esquina ya no los ví, avancé hasta la siguiente intersección y seguí calle abajo explotando las últimas fuerzas que me quedaban, al llegar a la próxima esquina miré hacia atrás y nadie me seguía, viré y corrí un poco más hasta la siguiente intersección, con el brazo arrimado a la pared la espalda encorvada completamente hacia delante, bañado en sangre y sudor vi la sombra de alguien que se acercaba a la esquina en donde yo estaba casi arrodillado recuperando el aliento. El tipo se paró frente a mí, no pude reaccionar, me alzó del hombro y puso un grande, frío y brillante revolver en mi cuello lo único que atiné a pensar fue: “la gran puta mejor me quedaba jugando voley en la casa”
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario