Corría el año 1996, había iniciado el ciclo diversificado en la secundaria y escogí la especialización de Ciencias Sociales y no por vago, sino que en el test de aptitud que tomaron el año anterior salió que ese era el perfil mas adecuado para mí. Fue el mejor año de secundaria que tuve, los buenos amigos que hice en aquella época aún los conservo.
Desde el primer día de clases la afinidad entre unos y otros se evidenció y típico que yo me junté con los mas fichas de la clase quienes para diferenciarnos de la muchedumbre insignificante que considerábamos al resto de gente del aula y del colegio decidimos formar una pata a la que bautizamos con el nombre de Los Chamos.
El Negro, Taz, Pezantes, Tavo, Monchichi, Chamaco, Gato y su servidor fuimos parte de este lúgubre y calamitoso proyecto de pandilla juvenil. Lo único que se necesitaba para formar parte de Los Chamos era ser bien ebrio y tener el suficiente tiempo libre para ir a estar hueveando en las puertas de los colegios femeninos del sector o andar midiendo calles luego de clases y también para salir de fiesta cada viernes y/o sábado.
La fama de Los Chamos empezó a crecer gracias a que el Negro era uno de los mas populares del colegio debido a su carácter enamoradizo (era un vil perro el desgraciado) y estrella de la selección de fútbol. El Taz era hijo de un profesor y por eso también era bien conocido. Pezantes también era de esos bien buitres y seleccionado de fútbol al igual que el Negro. Tavo era el mas pinta del grupo y junto con el Pezantes tenían la capacidad de reirse de todo y hablar pura mierda hasta por los codos (trazemorsa!!!), Monchichi es hermano menor del Negro y un pobre desgraciado con las peladas también. Chamaco era el mas reservado, mas bien de perfil bajo, supercague de risa el man pero bien tranquilo. Gato a pesar de ser bien hippie se daba modos para adaptarse a la joda del resto del grupo, un chuchas también con las hembritas. Todos le entrábamos duro al fútbol, todos estuvimos aunque sea de suplentes en la selección de fútbol, todos chupábamos y fumábamos como viejos, teníamos nuestras hembritas fijas en el colegio (Las Chamas) y todos los deslices que podíamos tanto en el colegio como fuera de él, siempre fuimos buen kiño, íbamos juntos a todos los bailes y caídas, nosotros poníamos la música que queríamos oír y al que reclamaba le dábamos duro, cuando había algún incidente los dueños de la fiesta corrían en nuestra búsqueda para que pongamos orden y mandemos sacando a los revoltosos. Que tiempos aquellos!!!
Por esas cosas de la vida nos llegamos a involucrar bastante con los amigos del barrio del Tavo (San Roque) y armábamos cada que se podía jornadas de descerebración masiva en la casa del mencionado o de alguno de sus alcohólicos vecinos. Ahí fue que conocimos al Nariz, al Culón, al Pepe Troll, al Casi Guapo, al Shushufindi entre los que me acuerdo. Nunca olvidaré ese día en que el Shushufindi cayó a la hora de salida del colegio con un panita del man que creo que se llama Alvaro. Aquella tarde teníamos entrenamiento de fútbol en aquella cancha que queda a dos cuadras de los agachaditos de la Floresta, por la bajada a Guápulo. El entrenamiento se desarrolló de manera normal, tan normal que al final hicimos vaca entre los presentes y compramos unas bielas.
Llegó luego la Enana, la Macocha y la Montalvo y nos fuimos todos a beber como salvajes. Como las chicas y nosotros andábamos con el uniforme del colegio no era muy práctico andar por lugares muy transitados así que decidimos ir a parar por atrás del Hotel Quito, en una de esas calles que bajan para Guápulo nos instalamos a la sombra de un árbol ubicado al filo de una quebrada.
Trago va, trago viene, yo como siempre declarándole mi amor eterno a la Macocha y la man como siempre hecha la estrecha (narizona cojuda, vos te lo perdiste, ahora que me andas pidiendo a gritos ni cagando con vos, ni así te enlluches y me des billete, salada guambrona!!!), la Enana insinuándose a mas no poder con el Tavo y luego full llanto porque el man no le paraba bola, el Negro y la Montalvo era el vacile seguro de siempre y todos cagados de la risa con las huevadas que hablaban el Pezantes y el pana ese del Shushufindi, el tal Alvaro.
Mientras nuestro organismo se ponía turbio por la ingesta excesiva de alcohol todos empezamos a hacer las ridiculeces de siempre: vomitar, orinar en media calle, hablar chistoso, discutir por pendejadas, llorar por cosas aun mas pendejas y empezamos a cantar. Teníamos la costumbre de cantar, a veces a duo, trío, en coro o uno por uno. Típico que yo me mandé una balada rock o alguna de Alci Acosta. El Tavo fijo con las de Iron Maiden, las chicas cantaban en coro las de Shakira, el Pezantes era duro con las rockoleras, Peralvo y Chamaco siempre cantaban alguna canción pop de moda y el Gato alguna de los Beatles o de Simon and Grandfunkel. El Shushufindi jamás cantaba, pero estaba vez como estaba con refuerzos el panita le acolitó y se pegaron un set de rancheras a lo bestia, buena voz del infeliz ese Alvaro, según contaba era músico en un mariachi de a 60.000 sucre la media hora.
Desde el primer día de clases la afinidad entre unos y otros se evidenció y típico que yo me junté con los mas fichas de la clase quienes para diferenciarnos de la muchedumbre insignificante que considerábamos al resto de gente del aula y del colegio decidimos formar una pata a la que bautizamos con el nombre de Los Chamos.
El Negro, Taz, Pezantes, Tavo, Monchichi, Chamaco, Gato y su servidor fuimos parte de este lúgubre y calamitoso proyecto de pandilla juvenil. Lo único que se necesitaba para formar parte de Los Chamos era ser bien ebrio y tener el suficiente tiempo libre para ir a estar hueveando en las puertas de los colegios femeninos del sector o andar midiendo calles luego de clases y también para salir de fiesta cada viernes y/o sábado.
La fama de Los Chamos empezó a crecer gracias a que el Negro era uno de los mas populares del colegio debido a su carácter enamoradizo (era un vil perro el desgraciado) y estrella de la selección de fútbol. El Taz era hijo de un profesor y por eso también era bien conocido. Pezantes también era de esos bien buitres y seleccionado de fútbol al igual que el Negro. Tavo era el mas pinta del grupo y junto con el Pezantes tenían la capacidad de reirse de todo y hablar pura mierda hasta por los codos (trazemorsa!!!), Monchichi es hermano menor del Negro y un pobre desgraciado con las peladas también. Chamaco era el mas reservado, mas bien de perfil bajo, supercague de risa el man pero bien tranquilo. Gato a pesar de ser bien hippie se daba modos para adaptarse a la joda del resto del grupo, un chuchas también con las hembritas. Todos le entrábamos duro al fútbol, todos estuvimos aunque sea de suplentes en la selección de fútbol, todos chupábamos y fumábamos como viejos, teníamos nuestras hembritas fijas en el colegio (Las Chamas) y todos los deslices que podíamos tanto en el colegio como fuera de él, siempre fuimos buen kiño, íbamos juntos a todos los bailes y caídas, nosotros poníamos la música que queríamos oír y al que reclamaba le dábamos duro, cuando había algún incidente los dueños de la fiesta corrían en nuestra búsqueda para que pongamos orden y mandemos sacando a los revoltosos. Que tiempos aquellos!!!
Por esas cosas de la vida nos llegamos a involucrar bastante con los amigos del barrio del Tavo (San Roque) y armábamos cada que se podía jornadas de descerebración masiva en la casa del mencionado o de alguno de sus alcohólicos vecinos. Ahí fue que conocimos al Nariz, al Culón, al Pepe Troll, al Casi Guapo, al Shushufindi entre los que me acuerdo. Nunca olvidaré ese día en que el Shushufindi cayó a la hora de salida del colegio con un panita del man que creo que se llama Alvaro. Aquella tarde teníamos entrenamiento de fútbol en aquella cancha que queda a dos cuadras de los agachaditos de la Floresta, por la bajada a Guápulo. El entrenamiento se desarrolló de manera normal, tan normal que al final hicimos vaca entre los presentes y compramos unas bielas.
Llegó luego la Enana, la Macocha y la Montalvo y nos fuimos todos a beber como salvajes. Como las chicas y nosotros andábamos con el uniforme del colegio no era muy práctico andar por lugares muy transitados así que decidimos ir a parar por atrás del Hotel Quito, en una de esas calles que bajan para Guápulo nos instalamos a la sombra de un árbol ubicado al filo de una quebrada.
Trago va, trago viene, yo como siempre declarándole mi amor eterno a la Macocha y la man como siempre hecha la estrecha (narizona cojuda, vos te lo perdiste, ahora que me andas pidiendo a gritos ni cagando con vos, ni así te enlluches y me des billete, salada guambrona!!!), la Enana insinuándose a mas no poder con el Tavo y luego full llanto porque el man no le paraba bola, el Negro y la Montalvo era el vacile seguro de siempre y todos cagados de la risa con las huevadas que hablaban el Pezantes y el pana ese del Shushufindi, el tal Alvaro.
Mientras nuestro organismo se ponía turbio por la ingesta excesiva de alcohol todos empezamos a hacer las ridiculeces de siempre: vomitar, orinar en media calle, hablar chistoso, discutir por pendejadas, llorar por cosas aun mas pendejas y empezamos a cantar. Teníamos la costumbre de cantar, a veces a duo, trío, en coro o uno por uno. Típico que yo me mandé una balada rock o alguna de Alci Acosta. El Tavo fijo con las de Iron Maiden, las chicas cantaban en coro las de Shakira, el Pezantes era duro con las rockoleras, Peralvo y Chamaco siempre cantaban alguna canción pop de moda y el Gato alguna de los Beatles o de Simon and Grandfunkel. El Shushufindi jamás cantaba, pero estaba vez como estaba con refuerzos el panita le acolitó y se pegaron un set de rancheras a lo bestia, buena voz del infeliz ese Alvaro, según contaba era músico en un mariachi de a 60.000 sucre la media hora.
Mientras cantaba la clásica de Vicente Fernandez: "El Rey", con mímica y todo, el Negro y yo veníamos caminando de la tienda que estaba medio lejos comprando mas trago, se le escuchaba bien la interpretación a capela y en el mometo en el que cantaba la parte que dice: "Pero sigo siendo el reeeeeeeee#$·%/·"*PLAFFF!!!. El tipo dió un paso de más hacia atrás y resbaló como unos 6 metros por la quebrada, los otros estaban tan ebrios que ni cuenta se dieron que la música se apagó, mientras que con mi pana corríamos a ver que mismo pasó.
Mientras Peralvo mezclaba el trago con la cola a la vieja usanza, o sea revolviendo todo el contenido en una funda y luego envasándolo nuevamente en la botella de vidrio (todo un arte por cierto que pocos dominábamos), nosotros nos ubicamos al borde de la quebrada a tratar de ubicar visualmente al loco ese que se cayó momentos atrás. No lo veíamos, la hierba estaba muy crecida y el sol estaba en el horizonte ocultándose. Empezamos a gritarle y de pronto nos respondió, el Monchichi en un arrebato de locura se bajó por la ladera y lo encontró, ratificando después que este fulano Alvaro se encontraba hecho ponsoña de la borrechera lo cual impedía que tenga pleno uso de sus extremidades inferiores. El Tavo y el Negro descendieron para ayudarle al Monchichi a sacar al borracho miserable.
Hicieron una cadena, el Tavo se abría paso para la subida, el Monchichi venía atrás ayudandole a subir al pana este Alvaro, y el Negro al final empujándole al susodicho chumado. Todo iba bien hasta que el Tavo dió un paso en falso y resbaló casi al llegar al borde desde donde el resto veíamos el proceso de rescate y seguíamos bebiendo. El resbalón del Tavo hizo que un par de piedras se desprendieron de la ladera y una, para mala suerte, le impactó en plena frente el tipo ese Alvaro, produciendo que se vaya de espaldas por encima del Negro y ruede como unos 6 metros mas abajo de donde cayó la primera vez. Como efecto de la nueva caída el Negro se torció la muñeca y ese pendejo Alvaro quedó inconciente en un lugar completamente indivisable de esa quebrada.
Empezaba a oscurecer, todos estábamos en un avanzado estado etílico, el Negro torcido la muñeca salió de la quebrada, Tavo y Monchichi bajaron un poco mas hasta que Monchichi nuevamente encontró el cuerpo inconciente del ebrio ese Alvaro, era peso muerto pues no reaccionaba, Shushufindi se botó a la quebrada hacia el lado que estaba Monchichi y Tavo también se fue para ese lado, gritos de desesperación empezaron a salir del barranco ese: ¡respira, respira loco, no te vayas viejo! ¡respira!
Ahi fue cuando el pánico y la deseperación nos invadieron a todos, ahí fue cuando todos, menos el Gato y el Peralvo (par de valeverguistas) que seguían bebiendo y el Negro que estaba con la mano hinchada, nos lanzamos abruptamente a la quebrada a ver que onda con el tal Alvaro. Cuando llegué al lugar donde yacía el ebrio en cuestión el Monchichi (héreo de la jornada por cierto) le daba respiración de boca a boca. Logró que recupere los signos vitales básicos pero seguía inconciente, yo creo que mas por la borrachera que por el golpe en la frente y la posterior caída.
Tuvimos que hacer una escalera humana, ensuciarnos toda la ropa y con esfuerzo tenaz en vista de la borrachera total que nos cargábamos y la visibilidad casi cero en la que estábamos inmersos pudimos sacarle al loco ese Alvaro del abismo. Una vez arriba mojamos un pañuelo con la mezcla que estábamos tomando y luego de ponerselo en la cara y un par de buenos chirlazos el guambra ese Alvaro reaccionó, esta completamente desubicado y no recordaba nada. De a poco fue volviendo en sí, luego de una par de tragos y la explicación de lo que había pasado, con lágrimas en los ojos ese pana Alvaro dijo: "gracias hijueputas, vamos les pongo una de whisky"
Una vez instalados en la vereda de una licoreria cerca de la Av. 6 de Diciembre y en vista del noble gesto del muchacho Alvaro de invitarnos a tomar unos whiskys y dado que la situación que generó ese hecho nos hizo trabajar relativamente bien en la tarea de rescate con espíritu de equipo y solidaridad ante todo, decidimos que tanto el Shushufindi como el joven ese Alvaro sean declarados "Chamos Honorarios", el primero conservaría su apodo mientras que el segundo fue bautizado por unanimidad como el Chamo 911.
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